Blog del Axolotl y otros animales.

Cenotafio Vol. III


Él llevaba en sus manos la pequeñísima caja que contenía el cuerpo de su bebé recién fallecido. Ninguno de los presentes parecía entender que estaban haciendo allí.

Los vi dos veces, la primera, cuando iba de camino hacia un muro que descubriré era de la capilla, la otra cuando volvía de hacer el descubrimiento. En mi camino de vuelta oí como uno de los presentes le susurraba a un hombre con overol algo musical en un idioma casual y silencioso, los trabajadores encargados de abrir la tumba movieron los andamios hacia el sur unos cuantos pasos y comenzaron a desprender una antigua lápida, de fecha ilegible, para proceder con la ceremoniosa ruptura final del ladrillo que abriría un agujero al fondo de la bóveda.

Una tenue llovizna comenzó a acariciarles, yo me encuentro bajo un pino resguardándome de las caricias y de ellos mientras comienza el rito del llanto y la letanía que arrasa en todas las direcciones posibles. Los trabajadores dejan de martillar un tiempo, pero no lo hacen fuera de su ritmo, como leyendo una partitura, paran y siguen, con un ritmo más o menos coherente y agradable, él no se ha movido, sigue viendo la caja que contiene a su hijo.

La madre se le aferra con los dedos, tiene un largo abrigo negro, la mirada atravesando el receptáculo blanco buscando a su hijo, pero no lo halla, le clava los dedos al marido en el brazo como un reproche sutil, se alcanza a percibir un suspiro.

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