Blog del Axolotl y otros animales.

No será el cuento de la peluquería, el que me gustaría reconstruir, es otro, me gusta también, lo escribí un día, no lo volví a leer hasta hoy.

Me figuró sentarme a escribir otra vez, tanto le huí, pero aquí estoy otra vez desnudo.

Hombre hace tanto tiempo que no escribo nada, míreme ahora, ya no soy nadie, no sirvo para llenar ni siquiera servilletas de cafetería, las de triangulito, ¿si se ha fijado lo tacaños que son allá para las servilletas? Las cortan, las cortan, re cortan, doblan vuelven a doblar, es una labor generalmente asignada para las mujeres, ¿tan raro no? En fin, alguna vez oí que usted me podría ayudar, pero que, es como complicado ¿si o no?

La última vez me dijeron que escribiera mis sueños, que eso sería muy bueno y me impulsaría o al menos me calentaría para escribir en serio, pero no me acuerdo ninguno, porque no escribo uno suyo? Cuénteme un sueño y yo lo escribo ¿vale?

Me gustaría que sueñe con el mar de colores, mejor, con la orilla del mar, quiero que vea la arena, si se fija muy bien hay unas huellas que le llevaran a una casa entapizada de piedras negras de todos los tamaños, una fachada con dos ventanas como ojos y una puerta muy pequeña por la que tendrá que agacharse para poder entrar, porque va a tener muchas ganas de entrar, tomará un puñado de arena y lo besará con todo su amor, tal vez le den ganas de esparcir arena por su ropa, pero es mejor que ese puñado lo eche al viento.

Entre de una, no piense, métase, que puede que le guste, no va a saber hasta no haber probado algo, un poco. Me agache lo que más pude, pero fue inútil tuve que arrodillarme para entrar, me sentí humillado, era una sola mole de piedra con dos huecos, que cosa había ahí para hacerme arrodillar. A penas entré vi que la casa era más pequeña de lo que pensaba, eso si era tan oscura como por fuera, al pasar la puerta hay un pasillo que divide en dos el espacio, a cada lado del pasillo hay una puerta de madera, al final del pasillo una ventana con barrotes por donde se filtra la luz, las dos puertas estaban una frente a la otra y los espacios que contenían eran del mismo tamaño, no fue difícil escoger alguna, opté en primer lugar por la izquierda.

Una habitación grande, techo, piso y muros estaban pintados, saltándose una piedra, todas de blanco, era un tablero de ajedrez. A excepción de un tragaluz del techo que iluminaba toda la habitación no había un solo agujero, tampoco había un solo objeto ahí, estaba sólo yo sentado debajo del tragaluz, bañándome de sol y de arena.

Quédese un rato sentado, va a esperar un ruido que viene de la otra habitación para irse, le gusta estar sentado viendo el tablero de ajedrez, mientras espera el ruido, se le ocurrirá pensar en las olas se deslizan hasta el borde de la playa tan suaves y desinteresadas, llegan por llegar, se van cuando quieren irse, usted se sienta por que quiere estar ahí, el sol lo acaricia desde el tragaluz, lo quema despacio, pero no le importa porque usted espera un ruido más fuerte que las olas. Juegue ajedrez contra el mar, eso lo distraerá un rato, no importa que pierda o que gane.

Fue un ruido seco, el mar se enmudeció y lo dejó para pensar, pero no era necesario, usted ya sabía de qué se trataba, era un cuerpo cayendo de una silla por inclinarse más de la cuenta. Usted lo conocía muy bien, usted siempre se cae de ese modo.

Un estruendo me sacó de mi concentración y corrí al lugar donde yo creía algo se calló, me paré del chorro de luz y me encegueció salir de la habitación esperé en el marco de la puerta un momento para que mis ojos revivieran, sólo debía cruzar la puerta en frente mío, no había más habitaciones, ni puertas, ni espacios, de ahí tuvo que venir el ruido, al entrar había un espacio muy grande y oscuro, enchapado de la misma piedra, pero más negra, tal vez no había nada y el ruido era mi imaginación jugando conmigo. En el centro de esa habitación tropecé con algo. Tanteando ese objeto noté que era una silla, era raro, una silla pero ¿se calló sola?

Cuando haya puesto la silla en su lugar, en la mitad de ese lugar, va a cerrar la puerta y se va a sentar en ese espacio repleto nada, en medio de la oscuridad, cerrará sus ojos, aunque le piquen no va a querer abrirlos, esperará en silencio, usted y la silla.

Me senté un rato ahí porque en la otra habitación me quemó un poco el sol, y pues ésta era más fría que la otra, ahí cerré los ojos un rato y comencé a balancearme hacia atrás. Perdí el equilibrio y caí al piso. Me dolió mucho, caí sobre piedras, cuando sentí que alguien abría la puerta, me fui rápido y en silencio hasta la esquina humeda y rocosa. Dudó en entrar, después rodeó el cadaver de la silla, al cabo de unas vueltas lo paró en el centro, se devolvió a cerrar la puerta y comenzó a balancearse, antes de que le pasara lo mismo le pregunte qué que estaba haciendo y me dijo que iba a escribir un cuento.

Oiga, tengo que irme, de pronto otro día sueñe con algo de lo que me pueda acordar, yo caigo a su casa vemos a ver si escribimos algo. Ojo con la silla de su escritorio, esa silla es un poco floja, la última vez tenía rota una de las patas de atrás y casi se desbarata.

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